Cada objeto posee, por sí sólo, tres cualidades básicas que lo definen: el tamaño, la forma y el color. Nuestro cerebro tiende a pensar que la naturaleza del color de cada objeto es la misma que las de las otras dos cualidades. A priori, el color es algo que existe, es algo que vemos y podemos definir y tocar: el color de una taza, el color de un logotipo, el color de una camiseta existen. Sin embargo, no es así. Se trata de una ilusión, una “impresión sensorial” que lleva a cabo nuestro ojo, producto de la actividad de contemplar un material u objeto sobre lo que está afectando el sistema de percepción de los seres humanos, o lo que es lo mismo, cómo percibimos.

“El conocimiento de las leyes básicas de la teoría de los colores debería constituir exclusivamente parte integrante de la cultura general. (...) No sólo falta en los planes de estudio de las escuelas primarias y secundarias, sino que en muy pocas ocasiones podemos encontrarla en los planes de estudio de escuelas superiores y de formación profesional”.
Harald Küppers (1921 - 2021)
Nuestra visión, siempre subjetiva
El principio de funcionamiento del órgano de la vista da explicación, y por tanto lugar, a la teoría de los colores. Si se entiende cómo funciona nuestro ojo, se comprende el por qué se perciben los colores de la manera en que lo hacemos.
El espectro visible del ser humano sólo cubre una pequeña parte de todo el espectro electromagnético. Los diferentes colores percibidos se deben a que, cada objeto o material, posee unas características específicas de absorción de distintas longitudes de onda visibles. El color que resulta en cada objeto se corresponde exactamente con las longitudes de onda que el cuerpo o la materia que lo componen no es capaz de absorber.
Estas ondas que el cuerpo u objeto no está absorbiendo o dejando pasar, rebotan e inciden sobre el ojo humano, y es procesado por el cerebro como color. En ese sentido, el color no es un fenómeno en sí mismo, sino que es `sensación de color’: una percepción de la vista. En el caso de los materiales u objetos transparentes, estos poseen la cualidad de absorber todo el espectro de luz perceptible al ojo humano, y es por ello, que puede ver a través: tienen la cualidad de dejar pasar toda la luz incidente.
La ley de la visión y las diferentes tipologías de objetos -en su condición de opacos, transparentes o traslúcidos- constituyen lo que es la teoría fundamental de los colores. No se puede definir los objetos de un sólo color como objetos homogéneos. Todos y cada uno de ellos poseen "color de cuerpo", condicionados por la iluminación existente. Por ello, si alguna vez has estado en un grupo de amigos debatiendo sobre el color de algo que todos tenéis enfrente, es posible que todos hayáis percibido un color o tonalidad distinto.
Si se entiende que la luz son "cuantos", el número de tonos es infinito, y por tanto un cuerpo puede poseer infinitas tonalidades de color, que el ser humano intenta definir a través del lenguaje.
Cómo funciona el ojo humano
Los rayos de luz atraviesan la superficie del ojo, llegando hasta la retina, donde al fondo del globo ocular se encuentran las células fotosensibles denominadas conos y bastones.
El ojo tiene la capacidad de adaptarse automáticamente a diferentes índices de iluminación, es decir, se adapta a las diferencias de contemplación que le estimulan en cada momento. Dichos cambios pueden ser cualitativos y cuantitativos, y corresponden al trabajo que ejercen los dos tipos de células que nombramos anteriormente.

Qué son la adaptación cuantitativa y cualitativa del ojo
El ojo humano emite una serie de señales al cerebro que afectan a diversos aspectos como la percepción del espacio o la orientación.
Cuando se habla de adaptación cuantitativa, el órgano responde a los cambios en la intensidad de la iluminación. Contamos con unos 120 millones de bastones en cada ojo, y son ellos los encargados de regular los cambios en la intensidad de la misma, es decir, percibir la diferencia entre luz y oscuridad. El órgano pone en marcha un mecanismo fisiológico y es el iris quien trabaja abriéndose y cerrándose, llevando a cabo un proceso similar al de apertura y cierre que ejerce el diafragma en un objetivo de cámara fotográfica.
Cuando hablamos de adaptación cualitativa, el órgano responde a la contemplación, es decir, a las sensaciones de color, y es la retina la responsable de dicho proceso. Contamos con alrededor de unos seis millones alojados en la retina. El ser humano cuenta con tres tipos diferenciados de conos que sintonizan tres longitudes de onda diferente: 440 nm, 530 nm y 560 nm. Cuando los conos tienen la capacidad de adaptarse a sus respectivas áreas espectrales, el ojo emite una señal al cerebro que desarrolla el fenómeno de reconocimiento y diferenciación de los colores, lo que nos permite orientarnos en el espacio, así como diferenciar los colores aún cuando los cambios de iluminación son drásticos, ya haya mucha luz en el espacio u oscuridad.
De qué hablamos cuando decimos “sensación de color”
Lo cierto es que la percepción de color está condicionada por la composición espectral de la luz que incide sobre un objeto. El ojo del ser humano solo ve una parte determinada de las longitudes de onda electromagnética, y cada color posee una frecuencia determinada (los colores fríos poseen longitudes de onda más bajas que los colores cálidos). De aquí que se hable de `color de cuerpo’, o que ante la incidencia de una “luz de color” determinada, se produzca visualmente una mezcla sustractiva de colores, generando como resultado otro distinto. (Por ejemplo: si proyectamos una luz verde sobre un folio rojo, el resultado será diferente que si proyectamos una luz blanca sobre el mismo folio).
Existen excepciones en la percepción del ojo humano, esto es, los famosos fenómenos del daltonismo y hemofilia que sufren el casi el 5% de la población mundial.
